Había una vez, en un
pequeño reino, un rey y una reina que vivían en un hermoso palacio,
felizmente casados. El rey era un apuesto joven, la reina era la
mujer más bella que podía existir. Reinaron como grandes reyes,
tenían todo lo que una persona podía imaginar, excepto una cosa, un
hijo que pudiera heredar el trono, en tantos años, la reina no pudó
darle un descendiente.
Un mal día la reina se
puso gravemente enferma, al cabo de unas semanas no lo superó y
falleció, pero en su lecho de muerte solo le pidió un deseo al rey,
tenía que casarse, buscar a una mujer que le diera un descendiente,
pero con una condición, esa mujer tenía que ser más bella que
ella. En un principio el rey se negó, ya qe no podía traicionar a
su corazón, la mujer insistió y el rey, al ser su última voluntad,
aceptó y le prometió que asi sería
Iban pasando los años y
el rey seguía triste, seguía echando de menos a su esposa, pero los
consejeros le dijeron que se tenía que volver a casar porque
necesitaban un heredero varón para el trono y que para eso tenía
que volver a casarse, tener otros hijos y que uno de sus hijos
reinara.
Al
rey no le hacía mucha gracia, pero como sabía que eran sus deberes
de gobierno... Bueno, pues entonces lo que hizo fue decir
eso: “Bueno, pues me casaré. Vamos a buscar una
mujer que sea tan bella, o más bella, que mi esposa”.
Mandó llamar a todas las princesas, mandó que mandaran fotos y
dibujos de las princesas de otros países, para ver cuál era la
princesa más bella y con qué princesa se podía casar. Todas las
princesas que mandaban retratos, y eso que los retratos suelen ser
idealizados y suelen salir más guapas de lo que son, pues en todos
los retratos las princesas eran más feas que la reina. Así que el
rey las despreciaba a todas porque no eran más bellas que su mujer.
Iban pasando los años,
iban pasando los años e iban pasando los años. Habían pasado ya 14
ó 15 años desde que había muerto. Así que el rey, un día que
estaba jugando con amigos suyos, paso una joven criada, siempre había
vivido en palacio, ya que era hija de una sirvienta. Aquella muchacha
cautivó al rey, dejó de mirarla como una criada, la veía como una
mujer y se dio cuenta de que la única mujer que había en el mundo
que era más bella que su esposa. Así que como le había hecho la
promesa a su mujer de que se casaría con una mujer que fuera más
bella que ella le dijo a la muchacha que se iban a casar.
A
la chica se le pusieron los pelos como escarpias, no podía imaginar
que el rey quisiera casarse con ella, creció sirviendole, ella le
veía como si fuera su padre, ya que el rey era mucho mayor que ella.
El rey insistía, decía que el reino necesitaba un varón y que ella
tenía unas obligaciones, ya que esaba a su servicio y que debía
casarse con el. Entonces ella como no veía escapatoria, intentó
retrasar la boda lo máximo posible. Asique le dijo: “Bien,
pero te pongo algunas condiciones. Me casaré contigo con la
condición de que me consigas un abrigo tan dorado como el sol, otro
abrigo tan plateado como la luna y otro abrigo tan brillante como
las estrellas”,
a lo que el rey le dijo: “Así
será”.
Entonces llamó a todos sus sabios y a todos sus cortesanos y les
dijo: “Me
tenéis que encontrar el hilo de oro más puro que haya, más
brillante que haya para hacer a mi hija un abrigo tan dorado como el
sol. Tenéis que buscar también el hilo de plata más fino que haya,
más brillante que haya y más bello que haya para hacer un abrigo
tan plateado como la luna. Y tendréis que buscar la forma de hacer
hilo de diamante para hacer un abrigo tan brillante como las
estrellas”.El
caso es que los sabios se pusieron a buscar el oro más fino del
mundo, la plata más fina del mundo y los brillantes más
maravillosos del mundo y la forma de convertirlos en hilo.
Después
de un año, le entregaron al rey el abrigo tan dorado como el sol, el
abrigo tan plateado como la luna y el abrigo tan brillante como las
estrellas. Cuando él se lo entregó a la chica, ella que pensaba que
el rey iba a tardar mucho más en conseguirlo, se quedó asustadísima
porque pensaba: “Ahora me toca casarme con
él. Entonces, se le
ocurrió una última idea y le dijo: “Bien, pero
estos abrigos son para fiesta y yo tengo un capricho que quiero que
sea mi regalo de compromiso. Mi regalo de compromiso tiene que ser un
abrigo que esté hecho con toda clase de pieles. Con un trocito de
piel de todos los animales que existen en el mundo”.
A lo que el rey le dijo: “Así será”.
Entonces, volvió a llamar a sus súbditos, a sus consejeros y les
pidió que cazaran, todo el mundo, animales para que le enviaran un
trocito de piel de cada uno de los animales y hacer un abrigo con
toda clase de pieles.
Pasaron dos años y el
abrigo estuvo confeccionado. Era un abrigo muy grande, era un abrigo
que llegaba hasta los pies, que tapaba completamente a la jóven
criada, como además hay muchos animales tenía mucho vuelo el
abrigo. Pero además, tenía una capucha enorme con la que se podía
cubrir, prácticamente, completa. Era un abrigo raro, pero a la vez
el abrigo era muy bonito. El rey se lo entregó.
Cuando la jóven vió que
el rey había cumplido todas las condiciones que ella pensaba que iba
a retrasar la boda y se dió cuenta de que se tenía que casar, se
encerró en su habitación y metió en un saco todos los abrigos y se
pusó el abrigo de toda clase de pieles, se tiznó la cara, se tiznó
las manos, que era lo único que quedaban al aire, recogió su pelo
que era largo y castaño precioso y brillante, lo recogió para que
no se le viera debajo del abrigo y se escapó.
Se fue al bosque a
buscarse la vida. Las primeras noches durmió en el bosque, pasó
mucho frío, se subía en los árboles, algunas noches encontraba una
cueva. Ella todo lo que quería era alejarse del reino . Como además
en estas épocas no había fronteras físicas, ella no sabía cuánto
de lejos estaba, sabía que había caminado tantos días y tantas
noches, pero no sabía si todavía la podían encontrar. Porque
además como era rey podía mandar a gente a buscarla, pues ella
estaba aterrorizada y sólo quería huir, huir y huir, por eso,
seguía caminando, seguía caminando y seguía caminando y
escondiéndose por donde podía.
El
caso es que un día estaba caminando por el bosque y de repente
escuchó ruido: oyó perros, oyó caballos,se dió cuenta que era un
grupo de caza, por lo que se escondió en un árbol, se tapó muy
bien con el abrigo y se escondió en un árbol. Le daba mucho miedo
quitarse el abrigo y que todo el mundo viera su pelo y que la vieran
a ella porque cualquiera la podría reconocer de los carteles que
había puesto el rey, entonces, intentaba lo menos posible llamar la
atención. Olía mal después de tantos días, de muchos meses...
porque ella llevaba caminado mucho tiempo y se escondió en un hueco
que había en un árbol cuando oyó la caza. Pero uno de los
cazadores vio unas pieles en un árbol y pensó que allí había un
animal y cuando le fue a disparar ella le dijo: “¡No,
no, no, no me mates por favor, no me mates! Que soy humana, soy
humana”
- ¿Y quién eres?
- No lo sé, no lo
recuerdo, solo sé que vivo como un animal asustado. Por favor no
me mates, déjame
seguir.
Entonces, el cazador
cuando la vio, que era casi una niña aunque estaba muy sucia y hecha
un asco, pues le dio pena y la subió a su caballo y la llevó a un
palacio. A un palacio de otro reino. Ella, evidentemente, sabía que
no era el palacio donde vivía con lo cual se quedó ya un poquito
tranquila.
Como
ella no decía quién era, ella no decía cómo se llamaba... de
hecho, cuando le preguntaban cómo se llamaba decía: “Mi
nombre es toda clase de pieles”,
no quería decir su nombre, no quería decir nada, sólo decía que
se llamaba Toda clase de pieles. Pues entonces, la llevaron a las
cocinas para que ayudara allí al cocinero en los fogones. Ella que
en su vida había estado en las cocinas se puso a limpiar, se puso a
fregar, qe es lo que sabía hacer, aunque poco a poco fue aprendiendo
y el cocinero, que al principio, no le hacía ninguna gracia que
hubiera alguien allí trabajando con él, pues la fue cogiendo
cariño, la trataba como a su hija. Pero ella siempre iba tapada con
el abrigo de toda clase de pieles, que ya estaba hecho un asco, iba
siempre tapada con el abrigo de toda clase de pieles. Siempre iba con
el pelo recogido para que no le vieran el pelo, que ella luego por
las noches se lo peinaba porque era lo que más le gustaba de ella
misma, pero luego lo recogía para que nadie lo viera y vivía en las
cocinas.
De vez en cuando, veía
al príncipe de aquel país, que era un chaval joven, muy guapo, muy
atlético, muy atractivo. Ella lo miraba desde las ventanas de las
cocinas, pero nunca se había acercado a él, nunca había podido
hablar con él ni nada. Ella lo veía y se iba enamorando de él poco
a poco.
El caso es que llegó el
momento de que los reyes de este país decidieron que el príncipe
debería tomar esposa y como se hace en los cuentos y como se hacía
antiguamente en los palacios le hicieron unos bailes para que el
príncipe seleccionara, de entre todas las princesas de los reinos
vecinos, a la que iba a ser su esposa. Se decretaron tres días de
bailes. Estos bailes eran en los jardínes del reino.
La
primera noche de baile ella había tenido mucho trabajo porque había
una fiesta, había muchos invitados y había que hacer muchas cosas
en las cocinas y ella había estado trabajando todo el día. Cuando
ya estaba prácticamente todo hecho, ya habían cenado y ya lo que
quedaba era el baile y lo que estaban bebiendo los invitados, ella le
dijo al cocinero que si le dejaba, por favor, asomarse un poquito por
la puerta del salón porque nunca había visto un baile y quería ver
cómo eran los bailes de palacio. Entonces, el cocinero le
dijo: “Bueno, pero no tardes mucho y que no te vea
nadie, por favor, que me voy a llevar una bronca”, a
lo que ella le contestó: “No te preocupes, no te
preocupes”. El caso es que se
fue corriendo a su habitación, se lavó, se quitó la tizna de la
cara, se peinó el pelo y se puso el abrigo tan dorado como el sol y
salió al baile.
Cuando
llegó al baile le príncipe la vio y nada más verla, sólo existía
ella. No le hizo caso a las demás princesas, estuvo bailando con
ella toda la noche y cuando ella vio que ya el baile iba terminar, se
despidió del príncipe y le dijo que se tenía que ir corriendo, y
salió corriendo, prácticamente, como Cenicienta y se escondió en
su habitación. Se quitó el abrigo, se volvió a poner el abrigo de
toda clase de pieles, se tiznó las manos y la cara, se
recogió el pelo y bajó corriendo a las cocinas.
Cuando
llegó a las cocinas, el cocinero la empezó a regañar y le
dijo: “Oye, perdona, pero es que te dicho que fuera
poquito tiempo y resulta que esto está terminando, el príncipe va
ahora a sus aposentos, quiere que le lleve su sopa y yo como he
tenido que hacer las cosas que tú no has hecho, no he podido hacer
la sopa, así que te pones corriendo a hacer la sopa del
príncipe”. Entonces ella
se puso corriendo a hacer la sopa del príncipe y le puso lo mismo
que el cocinero le ponía más un ingrediente que ponen las madres:
mucho amor. Cuando ella había huido de casa, lo único que llevaba
además de lo que había cogido, era una pulserade oro que siempre
llevaba puesta, que había pertenecido a su madre en el que había
tres figuras. Una de ellas era una rosa Otra era una luna. Esto ella
lo llevaba siempre puesto, escondido, siempre. Así que, cuando
terminó de preparar la sopa y la puso en el cuenco, se quitó la
pulsera y echó dentro de la sopa la rosa, la echó dentro y se la
llevó al príncipe. Entonces, llegó y le dio la sopa al príncipe,
se despidió y se fue. El príncipe se empezó a tomar la sopa, se
empezó a tomar la sopa y la sopa se supo a gloria, pero cuando ya
iba llegando al final se dio cuenta de que había una pieza y le
sorprendió que a alguien de las cocinas se le hubiera podido caer un
adorno de oro, y además de mujer porque un hombre no lleva una rosa
ni ningún adorno del estilo para pulseras. Entonces, bajó a la
cocina y le preguntó al cocinero (ella ya se había ido a su
habitación):
-¿Quién
ha hecho hoy la sopa?,
A
lo que el cocinero le respondió: Yo, majestad, la he
hecho yo.
- ¿Seguro?.
- Sí.
- Es que sabía
distinta...
- No estaría mal,
¿no?, es que he tenido mucho que hacer.
No, no, no, estaba
mucho más buena que de costumbre. Bueno pues nada, serán
imaginaciones mías.
Y se volvió a dormir.
La
segunda noche de baile, ocurre exactamente lo mismo, lo que pasa que
la segunda noche, la jóven en vez de ponerse el abrigo tan dorado
como el sol, se puso el abrigo tan plateado
como la luna y se va a bailar con el príncipe. El príncipe en
cuanto la vio se fue corriendo y le dijo: “¿Dónde
estabas?, ¿pensé que no ibas a venir?, ¿cómo llegas tan tarde?.
Quédate conmigo que te quiero elegir a ti como esposa”.
La chica estuvo bailando con él, tonteándole todo lo que pudo, pero
cuando vio que estaba terminando
el baile hizo lo mismo que la noche anterior:
salió corriendo para las cocinas, dejando al príncipe totalmente
colgado. El cocinero le dijo: “Oye
que hagas tú hoy la sopa que ayer le gustó mucho”.
Ella le hizo la sopa al príncipe. Le volvió a poner mucho amor y
además le añadió el colgante de la luna y la echó dentro del
cuenco de sopa. Se la llevó al príncipe. Entonces, ella se inclinó,
le dio la sopa al príncipe, y el príncipe cogió la sopa, se la
comió y bajó a las cocinas.
Allí dijo:
“¿Quién ha hecho
hoy la sopa?”
A
lo que el cocinero le contestó:“Yo, majestad”.
- ¿Seguro?
- Sí, ¿estaba mal?
- No, no, estaba
estupenda la sopa.
La tercera noche del
baile, la princesa le volvió a pedir permiso al cocinero para ir y
se puso el abrigo tan brillante como las estrellas. Cuando llega al
baile, se pone a bailar con el príncipe. El príncipe que no quería
que la mujer se fuera, y además, quería casarse con ella, en un
momento en el que la estaba entreteniendo, deslizó en unos de los
dedos de ella, uno de sus anillos y lo dejó ahí. La entretenía
para que no diera cuenta de que le había puesto un anillo. Ella
estuvo bailando con él y cuando llegó la hora de marcharse a las
cocinas, se despidió del príncipe y salió corriendo. El príncipe
intentó retenerla, ella le empujó y salió corriendo. Pero esta
noche, como el príncipe la había retenido más tiempo, se hizo más
tarde.
Entonces, ella llegó a
su habitación corriendo y encima del vestido se puso el abrigo de
toda clase de pieles, tuvo cuidado de meterse el pelo por debajo del
abrigo para que nadie la viera y se tiznó, rápidamente, la cara y
las manos. Pero lo hizo tan rápidamente que hubo parte de las manos
que no se tiznaron. Se fue a las cocinas, le preparó la sopa al
príncipe y fue a llevársela. Subiendo a la habitación del príncipe
se dió cuenta de que en dedo tenía un anillo de compromiso, que no
era suyo, que solo podía ser del príncipe, por que era con el único
que había tenido contacto.
Cuando
entró y fue a darle la sopa al príncipe, el príncipe pasó por
detrás de ella y cerró la puerta de su habitación. Y le dijo:
“Prefiero que te quedes para que te lleves tú el plato
de sopa. Quédate aquí mientras yo me la como”. Toda clase de
pieles esta vez se había
jugado un órdago a grande porque lo único que le quedaba por echar
en el platito era el anillo que el príncipe le puso, un anillo de
oro, que es, evidentemente, símbolo de compromiso. Estaba aterrada
de que el príncipe la reconociera, la despreciara. Estaba allí
esperando a que el príncipe se comiera la sopa. El príncipe iba
comiendo la sopa super despacio diciéndole:” Uy, pero
que bueno está esto”, “¿Qué tendrá esta sopa?”, “Qué
bien cocina el cocinero últimamente”, “Uy, lleva tres noches
haciéndome una sopa maravillosa”...
Y ella allí, muerta de vergüenza, mirando para abajo, hasta que por
fin llega al final de la sopa y le dice:“Es curioso
porque el otro día encontré una medallita y ayer encontré otra y
hoy... !Me he encontrado un anillo”.
Él se iba acercando a ella y ella se iba alejando. Y él acercándose
y ella alejándose hacia la puerta. Entonces el príncipe le
dijo:“¿Tú sabes lo que es esto?”,
y ella, que no debía mirar al príncipe a la cara ni debía
contestarle porque era una sirvienta, asintió con la cabeza.
Entonces, el príncipe que llevaba en la mano el anillo que había
encontrado en el plato de sopa, cogió la mano de ella y le
dijo:“pues es el compañero de este” mientras
le enseñaba el anillo que el príncipe llevaba puesto, y le
dijo:“Este es el anillo que esta noche le he puesto en la
mano a mi futura esposa, y que por lo tanto solo puede tenerlo ella.
Sé que has estado escondida en las cocinas, pero también
sé que no eres una fregona porque no hay ninguna fregona en el mundo
que tenga esa cara y ese pelo”.
Le quitó el abrigo y le dijo:“No sé quién eres ni me
interesa, me da igual que seas rica o que seas pobre, que vengas de
donde vengas, lo único que sé es que quiero que seas mi esposa y
espero que me aceptes”, a lo
que ella le respondió que sí, el príncipe le volvió a poner el
anillo, se casaron y fueron felices por siempre.
Aspectos
adaptados
-Los reyes no tuvieron
descendientes.
-Toda clase pieles es la
hija de una sirvienta de palacio, y no la hija del rey.
-No hay incesto.
-Toda clase de pieles es
morena
-Toda clase de pieles
manda tejer 3 abrigos y no 3 vestidos.
- Toda clase de pieles
hecha dos adornos de una pulsera, y no tres colgantes.
-El “tercer elemento”
que hecha en la sopa, es el anillo de compromiso que el príncipe le
pone en el dedo en el tercer baile.
-He suprimido algunos
datos que considero innecesarios.
Este cuento considero que
es para el 3º Ciclo de Educación Primaria, ya que por su
vocabulario y su extensión puede ser complejo para niveles más
bajo. Sus características hacen que los alumnos que lean este cuento
necesiten tener una soltura lectora, además de un amplio
vocabulario, por lo que creo que el 3º Ciclo es el más adecuado
para ser lector de esta adaptación
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